El último informe de la Fundación BBVA lo deja claro de inicio:

Se crean empresas [en España] a un ritmo similar al de otras economías europeas, pero muchas son muy pequeñas, un porcentaje mayor cierra pronto y otras no generan empleo adicional.

Los datos son incontestables y los análisis económicos de la Fundación tienen reconocidísima solvencia – al fin y al cabo, son un banco mundial y en ello les va el negocio.

Sin embargo, creo que en este en particular se equivocan, pero no en el análisis – los datos son los que son – sino en la premisa, a saber: que el emprendedor debe crear empleo, así, en frío.

Esta falsa premisa es un mantra generalizado en la economía de La Gran Crisis que básicamente viene a decirnos que el empleo tenemos que crearlo nosotros, que el emprendedor es el héroe de nuestro tiempo y que el do-it-yourself económico es el atajo más barato hacia la recuperación. Poniéndonos futbolísticos, es como si a un jugador se le dijese que para ganar una Liga básicamente lo que tiene que hacer es marcar 150 goles y que todo lo demás – la planificación, el equipo, las reglas, los rivales – son cuestiones accesorias. Que arree y los marque y así ganamos todos. El plan es sin duda bueno, pero vamos a convenir que la ejecución es, como poco, algo j*dida.

Pues lo mismo con el emprendedor: tú arrea y crea empleos. Y cuando alguien levanta la mano y pregunta: ¿y la financiación? ¿Y las facilidades? ¿Y los apoyos?, entonces le damos un golpecito en el hombro y le decimos aquello de: «Ná, hombre. Te me tomas dos pastillitas de Método Canvas, una de Startup y sirope de Aceleradora, y me vas a estar cotizando en Wall Street en un tris».

El emprendedor está para crear empresa, para consolidar proyectos, para innovar, y si se dan las condiciones a futuro, ya generará empleo y riqueza; cualquier otra consideración es wishful thinking (o despiste, que también se puede dar en los grandes bancos).